El arte es una mentira que nos permite decir la verdad.
Pablo Picasso

martes, 7 de junio de 2011

Escuchar el mar.


No lo sabías.
Estás triste y en tu MP4 pones música acorde con la situación pensando que te proteges de lo que ocurre a tu alrededor. No te atreves a escuchar una canción que te haga moverte por si tus nervios no lo aguantan y acabas peor de lo que empezaste. Pero entonces, sin intención alguna, aprietas el botón de “siguiente” y ahí está. Esa canción que tanto odias, despeja ligeramente las nubes de tu corazón, y de pronto te sientes mejor. No te ha aislado de tu miseria, ha aislado la miseria de ti. Y tú no sabías que te iba a sentar bien escucharla.
Tampoco sabías que necesitabas ese abrazo hasta que alguien te aprieta fuertemente, los latidos de tu corazón se desbordan y gimoteas hasta dormirte. No sabías que la risa de esa niñita mirando una mariposa te alegraría la mañana, o que una mirada te haría llorar, ni siquiera sabías que la dolorosa caída te quitaría el miedo o que bailar con esa persona te haría perder la vergüenza.
Hay personas a las que les gustan las sorpresas. Otras a las que no. Y las que más abundan, las que no saben que el hecho de despejar una duda o de sentirte bien repentinamente, es ya de por sí una grata sorpresa.
Puede ser una tontería. Una situación banal, algo que te hace reír a carcajadas en un lugar comprometido, algo que te alegra el alma y te hace estar en paz contigo mismo, aunque sólo sea un rato. Porque sentir la paz en el mundo tan competitivo y a tan vertiginosa velocidad es un mérito por el que sentirse orgulloso.
Cuando empiezas a estudiar bachillerato artístico, nadie te dice que te vas a sentir tan bien viendo tu nombre en una placa de metal gris. Que vas a sentir ganas de llorar viendo una creación en la que has trabajado durante horas, durante días, que has criticado, sentido ganas de tirarla a la basura, quemarla o limpiarte el culo con ella, colgada en la pared de una pobre galería en el casco antiguo de una pequeña ciudad. Y que aunque no está bien hecha, ha conseguido llegar a donde está. No es un lugar importante, no la verán miles de personas, pero está ahí, comunicando, transmitiendo, dando paz a quien la mire. Distrayéndoles por un momento, abstrayéndoles de la realidad a la tuya propia, la que tu has fabricado con lo que hay dentro de ti. Nadie te dice que la gente sentirá cosas gracias a ti, que dejarán de correr y concederán una mirada pausada, se olvidarán de sus problemas y escucharán el mar. Nadie te dice que una niña querrá hacerse una foto contigo.
Voy a caer. Lo sé. Pero también se que soy capaz de aprender de la brecha. Como ya lo he hecho antes. Me paré, retrocedí, me bloqueé y sentí frustrada por primera vez y me asusté porque pensé que no era normal. Pero ya no me preocupa. Nadé y llegué al puerto, donde me recogieron y me arroparon.
Acabo de empezar, pero ¿quién sabe lo que me espera? Sorpresa, sorpresa.

2 comentarios:

  1. Qué post máááás bonitooo. Y oye, yo quiero ir a la exposición esa... Lástima que no pueda entrar a lugares cerrados :D
    Ya me contarás más cosas, ¿eh?
    ¡Besos y abrazos! Y, por supuesto, ENHORABUENA!!!

    ResponderEliminar
  2. ¡Gracias! ¿No puedes entrar? Bueno, entonces cuando nos veamos te lo describo todo. ¿Estás en casa?

    ResponderEliminar

Deja que las palabras fluyan de tí y traigan a mi playa tu sonrisa.