El arte es una mentira que nos permite decir la verdad.
Pablo Picasso

lunes, 9 de enero de 2012

¡Feliz año 2012!


Año nuevo, grano nuevo.
Para aumentar el mal fario que la televisión y los mayas han levantado en contra de la humanidad y otros muchos animales terrestres, nada más sonar la última campanada me salió un grano en la frente. Que no es que me moleste, qué va. Es... entrañable. Puede que hasta le ponga nombre y todo.
El año pasado por estas fechas me recuperaba exitosamente de una terrible experiencia enfermiza en la que sólo me alimenté de agua con limón y azúcar. Osea que os podeis imaginar mi pasada Navidad. La comida fue realmente adorable. No por nada, sino porque contagié a toda mi familia y no nos gastamos un duro en marisco y pijotadas consumistas navideñas.
Este año, en cambio, he vuelto a sentir la Navidad. Esos días previos en los que te encaminas a toda leche a comprar los regalos para tu familia y te quedas sin nada en tu ridícula y vacía hucha, esos días en los que tienes que tener en cuenta cada prenda de ropa que sacas del armario por si la quieres meter en la maleta. Vale, de acuerdo, esas son las peores partes, pero lo mejor está por venir.
He pasado una semana y media rodeada del típico ambiente Navideño en casa de Abuela Materna. Os lo describiré someramente, porque para entender el concepto debeis experimentarlo en vuestras carnes.
Mi abuela, cocina para un regimiento y además todo el mundo lleva algo, por lo que en la cocina (que es una piltrafilla de 3mx4m), se organiza un guirigay de platos y personas entrando y saliendo para poner la mesa. Mi abuela se pone nerviosa. Somos tantos que hay que comer por turnos (no sé si os he explicado que mi familia es una sola, mi abuela y mi padre son primos, y aunque solemos separar las familias, mis abuelos paternos estaban allí) así que a los jóvenes nos mandan a casa del primo, que vive al lado. Cuando acaban unos, hay que recoger la mesa y poner la siguiente, así que el lío en la cocina es aún más impresionante. Y como parece ser que algunos de los individuos de las generaciones venideras han sido educados para tardar media hora en abrir un cajón y sacar un tenedor, no hay que dé pie con bola. Falta resolución. Mi abuela se pone nerviosa y empieza a pensar que somos inútiles. Todo esto ocurre mientras en el salón, la gente está teniendo veinte conversaciones simultáneas. Uno de mis tios empieza a contar algo haciendo un montón de comparaciones acertadísimas en las que nunca caerías, otro se pone a decir tonterías mientras bebe vino, otro se pone a hablar de filosofía y metafísica mientras mi abuelo se duerme en el sofá, mis tías marujean y mi perro da vueltas pidiendo un triste destín navideño. Mi abuela, en misa y replicando manda callar a uno, se ríe de la gracia del otro y sigue quitando la mesa mientras mi madre intenta quitarla a ella de enmedio. Muchos escuchan y ríen. Mis primos y yo nos reímos con todo e intentamos ayudar. Y el salón tampoco es muy grande. No hay intercambio de regalos conjunto, no hay juegos, pero hay mucha risa y el volumen con el que suelen hablar (muy fuerte) cambia (a voces).
Envuelta en risas y anécdotas he conocido más mi ciudad. Tenía que reconciliarme con ella, aún tengo que hacerlo, porque de pequeña la amaba tanto y en los últimos años le he cogido tanto miedo. Pero Sevilla es pura magia y color.
Por primera vez he patinado sobre hielo, e ido a ver ruinas romanas, he jugado al halo, he ido a algún que otro bar con el ambientillo que me ha encantado (buena música, películas en blanco y negro de cine mudo, gente jugando a juegos de mesa y una estantería con libros y mangas).
Me lo he pasado genial, sobretodo porque yo funciono al revés. Tengo el cerebro en los pies (risas). Venga, no, enserio. Además de que me como la pizza, las magdalenas, el roscón, y todas las cosas que tengan principio y fin al revés, funciono al revés. La mayoría de la gente se va contenta a algún sitio, se lo pasa pipa y luego echa de menos su casa. Yo sufro muchísimo a la hora de irme y luego no quiero ver mi casa ni en pintura. Aunque como en mi cama en ningún sitio se duerme.
Para año nuevo me he propuesto bastantes cosas, incluso hice una lista con Pocahontas y ella añadió más. No sé si las cumpliré, pero sé que las iré cambiando poco a poco. Una cosa que sí he decidido es que no seré tan malhablada, digo muchas palabrotas y eso se tiene que cambiar, no puedo escribir en lenguaje culto y que luego una de cada diez palabras que salen por mi boca sea mierda. Otra, es que voy a quererme más y a conocerme más. Voy a dar más amor, aún. Y voy a hacer los deberes antes de las ocho de la tarde. Se va a acabar eso de a las doce ponerme a hacer un comentario de texto, tengo que ser más ordenada y limpia, y no dejarlo todo para última hora.
Y voy a dar más pasos para alcanzar mis sueños. Voy a esforzarme más y a abrirme camino, a seguir sin conformarme, a moverme. Os deseo lo mismo a vosotros. Que sea un feliz año 2012, y que si cuando acabe el año no estamos todos muertos podais mirar la lista de propósitos y admirar felices que habeis cambiado algo.

1 comentario:

  1. Jo, soy fan de tu casa en Navidad, ¡ya quisiera yo ese ambiente!
    Espero que cumplas todos tus propósitos, rubia :D

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Deja que las palabras fluyan de tí y traigan a mi playa tu sonrisa.