El arte es una mentira que nos permite decir la verdad.
Pablo Picasso

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Dos semanas de vértigo.


El año pasado, unos cuantos compañeros y yo hicimos un periódico para el instituto. Sólo sacamos un ejemplar en Abril, porque no teníamos mucho tiempo y al parecer tampoco muchas ganas. Pero hace poco, se nos ocurrió volver a hacerlo. Sacar un número en Navidad. Mi aportación particular fue hablar sobre las huelgas (puesclaroquesí, ¿cómo no?) y hacer un reportaje preguntándoles a los profesores cómo eran ellos en el instituto. Todavía no tengo todas las respuestas, pero tendré que dedicarles un post, porque hay para rato.
Esto me hizo plantearme que si alguna vez llego a profesora y me preguntaran quién era yo a su edad, la respuesta sería bastante divertida.
"¿Que quién era yo a tu edad? Un puto desastre."
Desde que me parió mi madre soy un pequeño desastre animal. Soy una rebelde, una irresponsable, una vaga, una perra, no soy capaz de aguantar a las tentaciones. Soy un culo inquieto. Si tú a mí me pones delante de un libro para estudiar, gastaré diez minutos en decirme a mí misma "Sí, yeah, venga, a por todas, eres una máquina.", otros diez minutos en acariciar a mi perro que pasaba por allí, otros diez en leer la primera línea sin enterarme de nada porque estoy en las nubes. Luego, comenzaré a recitar la primera línea, cogeré un boli, lo pondré sobre un papel y la frase se me quedará en la boca mientras giro el boli haciendo rayajos otros diez minutos hasta darme cuenta de lo que estoy haciendo. Si a eso le sumamos que es el día anterior a un examen, no me sé nada y el resto de la tarde he estado viendo Anatomía de Grey, no llegamos a ninguna parte. Y luego saco un nueve. ¿Por qué? Porque me lo he leído una vez y se me ha quedado. Pero lo que es hacer, de hacer, de sabérmelo bien... no. Por suerte hay un fragmento de mí que se llama "culpabilidad" que se anticipa a cualquier cosa siempre y consigue que sea capaz de meterme en la cama, cerrar los ojos, acordarme de que había deberes de lengua y destaparme, encender la luz y cagarme en la puta mientras saco una hoja y el estuche.
No sé, de verdad, cómo mi yo académico ha conseguido sobrevivir a estas dos semanas de vértigo en las que he tenido todos los examenes de todo. A una media de dos por día. Creo que ha sido la primera vez en toda mi vida en la que he hecho algo por las tardes además de tocarme las narices, quedar con todo el mundo, ver siete series a la vez, bailar por la casa y tocarme las narices de nuevo. He acabado mental y físicamente agotada.
Sin embargo, sí sé cómo mi yo YO, ha conseguido sobrevivir a este torbellino de esdevenimientos. Me lo he pasado bien.
Siempre me ha gustado ir a clase, pero no me levantaba con ganas de ir a clase. El año pasado, a final de curso, el fenómeno empezó a ocurrir, y pese a que este año lo empecé con un poco de mala pata, ahora mismo estoy muy contenta. Me levanto con ganas de ir a clase, de llegar, de aprender y absorverlo todo, de conocer a la gente, de reirme mucho. Y estas dos semanas me he reído muchísimo. De tanto reírme he adelgazado cuatro kilos (vale, a lo mejor no ha sido de reírme y estaba estresada, pero es bonito decirlo así). Porque estudiar en el autobús, ir corriendo por la calle porque llegaba tarde ha hecho que quiera enfrentarme a retos. Acabar una clase y compartir sesiones de abrazos fugaces en los pasillos con los compañeros de la otra clase, los que iban conmigo el año pasado antes de que nos partieran en dos, sube la moral. Porque todos estamos nerviosos, y sabemos que no estamos solos, que no somos superhéroes, y que enfrentarte a segundo de bachillerato sin apoyo es un suicidio. Necesitas a alguien con quien comparar apuntes, a alguien con quien repasar esa absurda fonética, esos ejes cronológicos, esas tablas de verbos cada vez más enrevesadas. Necesitas a alguien con quien tirarte en el suelo del patio compartiendo una bolsa de patatas mientras te quejas de lo mal que te ha salido el examen de artístico y lo feos que eran todos los bodegones a escojer. Necesitas a alguien con quien compartir una mirada cuando todo te recuerde a la virtud de Séneca. Necesitas a alguien a quien decirle "Voy a suspender" y que te responda "Pues ya somos dos". Necesitas a alguien con quien llenar la pizarra de dibujos amorfos y de frases tontas, alguien con quien colgar por el instituto carteles de "Coge una sonrisa", alguien con quien compartir el agua de las acuarelas, o risas cada vez que el profesor repite esa palabra. Necesitas a alguien con quien gritar cuando haya fiesta, con quien engordar cuando no haya nada que estudiar, con quien dormir en el trayecto de vuelta a casa en un autobús concurrido. Alguien como Pat y Zapatilla, que son dos amores con los que tengo una conexión muy fuerte. Alguien como Spok, que es lindo como él sólo. Alguien como Drums, que se cruza fugazmente y alegra el momento. Alguien como Dratori o Roj, que son las mejores compañeras de nervios que hay. Alguien como Silhouette, que escapa de su mundo mientras que tú lo haces del tuyo y os encontrais en medio. Alguien como Pocahontas, que te alivia los nervios con sus apariciones repentinas.
Y mis dos semanas de vértigo se transforman en un pálpito de corazón rápido, en una risa, en un abrazo, en mil abrazos. Y sobre todo en experiencias insustituibles.

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